El precio para los ribereños y el precio para los forasteros.
Desde tiempos inmemoriales, el turismo ha sido la fuente de ingresos y la entrada de dinero exterior, más grande para nuestro país. Hemos mejorado en infraestructuras, comunicaciones, prestación de servicios, atención al cliente, etc, etc.
Este lunes y martes de agosto, días 20 y 21, he hecho una de las cosas que más me gusta, conocer España. Pero no la España que vemos en televisión con esas playas y esos monumentos grandiosos que atraen turismo nada más ofrecerlo, no, esta España nuestra del interior, la de los pueblos que aparecen después de una carretera de montaña sin señalización horizontal y de un solo carril donde apenas pueden cruzarse dos vehículos.
Esos pueblos escondidos en zonas boscosas y en depresiones de terreno, hundidos casi hasta el olvido, pero que con mucha frecuencia, sobre todo en el buen tiempo, son visitados por turistas que buscan lugares tranquilos, donde encuentras verdadera comida casera y donde puedes entablar conversaciones sobre cuestiones que no escuchabas desde los tiempos de Carolo.
Desconozco si existe un acuerdo encubierto, como sucede en muchos sectores y empresas de nuestro país, pero he vivido una vez más la sensación de aquel que asiste al "timo de los dos precios" tan conocido en nuestra geografía.
En el bar Puri, del municipio de Ruerrero (Cantabria), lindando con la provincia de Burgos, entramos a tomar un café con hielo. Precio normal, aceptable, (un poco elevado para el bar y el pueblo). Antes de irnos pedimos una botella de agua fría, de las de litro y medio. 1,40 €. Teníamos sed, sobre todo la niña, y aún sabiendo que nos aplicaban el precio de los forasteros, la compramos. Alguno dirá, bueno, con haberla dejado allí, todo resuelto. Sí, pero la sed es la sed, y más cuando es un niño.
Solución, la de siempre; con no volver a pisar ese bar, asunto resuelto.
Es un ejemplo tonto de una semi tomadura de pelo a unos forasteros que están de paso. Ni en una gasolinera cobran 1,40 por una botella de agua fría.
Desde luego, en este bar, ni me verán el pelo a mí, ni a nadie de mi familia y por supuesto no lo recomiendo. Además, hubo un detalle que delata al que engaña, y es que se hizo demasiado el simpático. Puedes serlo, pero no sobreactuar; esa es mala señal. !! Vamos, que te la están colocando ¡¡.
Así es cómo nos estamos, o se están cargando el turismo, no solo de interior y de los que vivimos en España, sino de los que llegan de otros países que, a buen seguro, les cobran aún más.
Mala estrategia para hacer negocio, pero peor aún para un país que está como está y continúa con la escuela de la picaresca, del negocio en el momento, de la cultura del pelotazo, sin llegar a ver nunca un horizonte y una planificación de futuro.
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