La parte comercial. La Formación.
El curso de formación, como ya
hemos dicho, tenía una parte comercial, tediosa, pero interesante. Al fin y al
cabo eran nociones que nunca habíamos visto o usado de primera mano. Tenía una
pega, y es que se hacía después de comer. Hasta el profesor se dormía.
En esos tiempos el almacén en que
comenzó esta franquicia tenía unos 250 m2 y dos alturas, una superficie válida
para el volumen que entonces se movía. Como central, rotaban 5.000 unidades /
mes, y a nosotros nos parecía un mundo. Cinco años después nosotros movíamos
entre 10.000 y 12.000 cartuchos al mes. En el año 2007 llegamos a un récord
impensable, 23.000 unidades, Ya habíamos rondado los 15.000 y llegado
posteriormente a 18.000. Actualmente entregamos unos 6.000 / 7.000 unidades. Bien
es cierto que el recorte actual en la demanda de este tipo de mercancía se ha
reducido solo a necesidades y no a posibles, es decir, que nuestra capacidad de
recogida es la misma, pero la demanda no. Lo que antes se compraba para guardar
en stock ante posibles futuras y previsibles demandas, ahora lo guardamos
nosotros hasta que a la Central le hacen pedidos y ésta ha sido capaz de vender
su stock, de lo contrario, los que no rotamos mercancía como consecuencia de
ello somos los franquiciados. Tal es así, que el stock actual en mi almacén es
de, en números redondos, 34.000 cartuchos.
Todo el curso de formación, tanto
técnica como comercial y de conocimiento de nuestro negocio, que aún ignorábamos
franquiciadores y franquiciados, al menos no habíamos previsto hasta donde
seríamos capaces de llegar, sirvió para sentar las bases, sólidas bases, para
una etapa de relación profesional y personal que tampoco habíamos calculado. He
dicho anteriormente que en esta franquicia cada paso a dar en nuestro día a
día, estaba pensado, en el aspecto práctico, por supuesto, pero solo hasta
donde se conocía. Como no podía ser de otra forma, en el aspecto comercial
también, hasta el punto de que existía un manual de conducta comercial que
sirvió como guía para dar los primeros pasos. Al cabo de los meses y los años,
aquel manual se quedó obsoleto, como muchas otras pautas establecidas para
comenzar a rodar. Después de todos estos años, recuerdo aquella formación como
algo entrañable y con nostalgia, en ocasiones demasiada. La pretensión del
desarrollo posterior del área comercial de la franquicia fue brutal, aunque no
llegase a nada. Nuestro potencial en cuanto a posibilidades de mercado y
cobertura del mismo era inmensa, lo que no era tan inmenso, como se demostró posteriormente
fue la “cultura empresarial” de la que habíamos partido y como se reconoció en
más de una ocasión por los propios franquiciadores. Creo que ninguno de
nosotros sabíamos a qué nos enfrentábamos, y que la verdadera escuela aún no
había llegado. Determinamos las pautas de conducta, comunicación, envíos,
revisiones, clasificación, materiales, facturación, pagos, captación de
proveedores, documentación a usar, cuentas de correo, vías para solución de
problemas, grandes cuentas, etc, etc…
En los primeros pasos fue importante
la asistencia a una de las ferias más importantes, durante esos años, de informática
a nivel europeo, el SIMO. Y digo en esos años porque con el tiempo se ha
quedado en nada. Esto sucedió en noviembre de 2001.
Además de las grandes marcas como
Hp, Canon, IBM, Lexmark, Samsung, Acer, Toshiba, y otras relacionadas con el
mundo tecnológico, asistía todo un ejército de pequeñas empresas muy
relacionadas con el sector informático, incluidos los gestores ( entonces
intermediarios ) de cartuchos vacíos de impresoras. Realmente fue nuestro
primer encuentro profesional con aquellos grandes proveedores de volumen que
pretendíamos. Hicimos buenos contactos, y conseguimos un buen negocio para
comenzar y creer más en algo que en un principio nos pareció tan etéreo, que
solo contábamos con nuestra fe y la esperanza de llegar a ser algo con nuestra
empresa.
Un encuentro a pie de calle en un
escenario tan empresarial y profesional como el SIMO, consiguió que pusiéramos
los pies más en la tierra y nos diéramos cuenta realmente de las posibilidades
de este negocio. Hasta entonces habíamos contactado con pequeñas empresas y
pequeños distribuidores que si bien eran importantes (valen más muchos pequeños
que pocos grandes) aún no nos habían transmitido esa idea sobre la capacidad
que podíamos llegar a tener en la recolección de una mercancía o residuo que
hasta entonces, la mayoría tiraba a la papelera.
Habíamos pasado de ir a buscar
proveedores a que estos viniesen a buscarnos para vender toda su producción
mensual.
En ese momento, y con los
contactos y los contratos conseguidos, dimos nuestro primer golpe de mano
importante para el desarrollo de nuestro negocio. No en vano pasamos de los 500
cartuchos/mes, a los 1.500. Habíamos triplicado nuestra facturación.
A partir de ese instante
entendimos, más que el negocio, las posibilidades que teníamos no solo como
franquicia con una zona que explotar (llegaríamos luego a tres), sino como
grupo empresarial en el territorio español. Alguno ya tenía en mente la
expansión a otros países, pero esto tenía que hacerse con mucho cuidado. La mentalidad
española no es la del resto de los países europeos.
La semana que pasamos en Madrid
en el curso de formación se hizo muy amena. Cierto es que dormíamos en un hotel
que se amoldaba a nuestra capacidad monetaria. Era un hotel de la cadena Accor
Hoteles, concretamente Fórmula 1. Un hotel completamente impersonal y
semiautomático. Hasta el punto de que un día me quedé casi desnudo después de
ducharme, con la toalla puesta e intentando abrir la puerta de mi habitación
con la tarjeta que me habían dado, y que no funcionaba. Al menos diez minutos.
Por lo demás, las duchas y los WC que eran cabinas de un material plástico se autolimpiaban. Cerrabas la puerta y automáticamente
comenzaba el proceso. Muy higiénico pero como se hacía con agua caliente, te
morías de calor una vez dentro. A comer nos invitaban, era parte del proceso de
formación. El último día, antes de volver a nuestra zona, los franquiciadores
nos llevaron a cenar a un estupendo restaurante de Madrid, para a continuación
ir de copar a Serrano 42. Un ambientazo que nunca había visto hasta entonces.
Quizá pillamos el mejor día, no lo se; pero nos dieron las tantas y al día
siguiente tras recoger el primer “paquete del franquiciado” que consistía en
material de embalaje, maquinaria ligera y documentos membretados con el
logotipo de la franquicia, nos despedimos y pusimos rumbo a la aventura más profesional,
al menos para mí, y personal que había vivido nunca.
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