La parte comercial
6ª entrega. LA Franquicia, una
experiencia en la Red.
Nunca he tenido cualidades y
mucho menos aptitud para ser un buen comercial. Me atrevería a decir que ni
siquiera un comercial.
Se ha expuesto con anterioridad que este mercado tenía y
tiene una peculiaridad, y es que es un mercado al revés. Donde deberían
aparecer clientes, existen proveedores y donde debería haber una factura, lo
que se impone es una autofactura (inversión del sujeto pasivo).
Cuando concertábamos entrevistas
con empresas o distribuidores de informática y exponíamos nuestra oferta, en el
95% de los casos, y con el “piñon fijo”
puesto por montera lo que entendían es que tenían que pagar, en función de los
modelos, por cada uno de los cartuchos que nosotros les íbamos a recoger.
Casi siempre teníamos que repetir
la última frase y corregir: “ perdone, no es usted el que tiene que pagar, soy
yo el que le compra a usted los cartuchos vacíos y quien le va a pagar por
ellos ”. En los años 2001-2002, había muy pocas personas que conociesen que se estaba
abriendo camino un mercado de este tipo. A partir de ese momento aumentaba la
curiosidad de la persona que teníamos enfrente, e inmediatamente nos pedía
precios de los modelos.
Siempre llevábamos con nosotros
una lista/tarifa de precios para actuar inmediatamente. La competencia, según
zonas, era poca o nula, y los precios que ofrecíamos estaban muy por encima de
la media de lo que podían pagar las escasas empresas que también se aventuraron
a comprar este tipo de mercancía.
En este apartado comercial,
contábamos con varias ventajas y la más destacable era que hacíamos la
inspección de los cartuchos in situ, valorábamos en el mismo momento, y
pagábamos al contado. Las buenas valoraciones de entonces podían rondar los 600
u 800 euros (lógicamente esas partidas eran importantes, podemos estar hablando
de 250-300 cartuchos de laser y tinta).
Hacer proveedores nuevos era
relativamente fácil, incluso para mis cualidades como comercial, se trataba de
comprar, no de vender.
Cabe destacar que uno de los
aspectos más difíciles de tratar era la desconfianza en las inspecciones y
valoraciones llevadas a cabo incluso estando ellos presentes. Como podréis
imaginar, al cabo de los años y con el volumen de recogidas por provincia no
podíamos hacer las valoraciones una por una en cada punto de recogida, y ahí sí
tuvimos un brote de desconfianza descomunal que tuvimos que contrarrestar con
nuestro trabajo, nuestra excelente prestación de servicio y sobre todo con la
devolución de los cartuchos que no tenían valor.
En algunos casos donde ya dábamos
por perdido al proveedor, teníamos una proclama tan contundente como cierta: “ Si
crees que te voy a engañar en la inspección de los cartuchos haciéndola en
nuestro almacén, ten en cuenta que también te puedo engañar estando tú
presente, porque como comprenderás, el criterio de inspección lo marco yo, y
como de cualquier modo, te voy a devolver los cartuchos que no son válidos,
creo que no existe ninguna razón de peso para que pienses que después de 6 años
en este negocio y con una continuidad de servicio como la que has conocido,
vayamos a engañarte ahora”.
Una afirmación como esta no dejaba
espacio para las dudas y mucho menos una respuesta en otro sentido que no fuese
positiva.
En los primeros años aprendimos
dos cosas importantes para el desarrollo y consolidación de nuestra pequeña
empresa de gestión de residuos. La primera fue que la continuidad y la
insistencia en la atención a las recogidas, de forma que el proveedor se viese
arropado y atendido y no pensara que en
cualquier momento se quedaría sin este servicio, era una forma de fidelización
que en este mercado brillaba por su ausencia. Las “traiciones” para irse con la
competencia, que iba aumentando por momentos, eran cada vez más frecuentes.
Además, la competencia utilizaba todas las argucias posibles para conseguir un
nuevo proveedor a costa de lo que fuera. La segunda, que había que tener
paciencia. Esta no era una carrera de 100 metros, era una carrera de fondo en
la que había que dar los pasos adecuados para no quedarte fuera del mercado.
La competencia nos suplantaba,
nos quitaba contenedores, iban diciendo que habíamos cerrado y que ahora eran
ellos los que se hacían cargo de todo lo que llevaba la otra empresa. Es
curioso que hoy, después de 12 años, aún siguen usando este tipo de estrategia.
Un calentón puede hacer que pierdas la cabeza y te ciegues contra este tipo de
cuestiones. Siempre he pensado que hay que saber qué hace la competencia, pero
que no hay que entrar en su juego, porque mientras estás ocupado en algo tan
poco productivo como son este tipo de cuestiones, pierdes oportunidades en tu
negocio. En una empresa hay que estar a la empresa, no a lo que hacen los demás
para fastidiarte, que tampoco hay que descuidar, por supuesto, pero en
minucias, no merece la pena.
En este momento, tenemos más de 1.200
puntos de recogida. En estos años, la fidelidad que hemos logrado de nuestros
proveedores tiene un índice muy alto, y han sido muy pocos los que nos han
abandonado por cuestiones propias de la actividad. Algunos, por desgracia han
cerrado, otros han dejado de recoger cartuchos a sus clientes, y solo uno nos
dejó por algo tan inexplicable para mí, como es la envidia. Fijarte en el
ombligo de los demás, con el tiempo, no trae nada bueno.
Lo mejor y lo peor de un
comercial es su paciencia o impaciencia por conseguir “pelotazos”, como decía
mi socio que estaba obsesionado con conseguir una cuenta fuerte en volumen de
cartuchos. Se hace el trabajo comercial y después a esperar resultados. En este
negocio eran más importantes los pequeños y medianos “pelotazos” que los
grandes. Pero esta no es una máxima exclusiva de este sector. En momentos
difíciles, es mejor que te abandonen 5 ó 6 pequeños, que uno grande. No puedes
depender únicamente de las grandes cuentas. Evidentemente son las que más daño
te hacen si las pierdes. Y ahí tuvimos otro acierto. Nos nutrimos de muchos
pequeños y medianos, y de vez en cuando, nos dábamos una alegría con una gran
cuenta. Las grandes cuentas son duras de mantener por las exigencias que tienen
en materia de gestión de residuos. Es verdad que lo que menos les importa son
las valoraciones que puedas hacer de sus cartuchos; como decía un jefe de
planta de una empresa fabricante de perfiles de ventanas, “nosotros vivimos de
hacer ventanas, no de vender cartuchos vacios”. Esto se lo advertía a un
becario informático que pretendía, el inocente, apuntarse un tanto con los
ingresos por valoración de cartuchos vacios.
Además, en cualquier momento
pueden cambiar la política de gestión o alguno de los procesos en materia
medioambiental, y si no tienes la documentación al completo, estás fuera.
Así se pasaron los primeros dos
años. Entre llamadas telefónicas, correos electrónicos, (éramos pequeños en
tamaño, pero grandes en informática), visitas, recogidas, inspecciones y
muchos,…., muchos kilómetros. No en vano, os recuerdo, teníamos la zona de
franquicia de mayor extensión en el territorio nacional.
Como arma comercial infalible,
teníamos otra gran ventaja. La imagen de la empresa y en quien confía (o
desconfía) el cliente o el proveedor, es en la persona que le visita, y ahí
ganábamos de mano. Éramos nosotros mismos los que hacíamos todo. Por tanto, no
había duda en que el mensaje que transmitíamos era exactamente lo que queríamos
transmitir, y no teníamos intermediarios que lo distorsionaran. De este modo se
evitan interpretaciones erróneas y malos entendidos.
En cuestiones de fidelización de
proveedores, estábamos servidos, no cabe duda. Pero es cierto que la mejor
adhesión, al principio, la consigues con dinero. Si pagas bien, ganas un punto
de recogida. Si pagas menos que otros, lo pierdes. Teníamos los mejores precios
del mercado y además, cuando había variaciones importantes a nivel mundial,
éramos los primeros en España, en considerar esas variaciones, de forma que
subíamos o bajábamos los precios muy a tiempo para no perder el margen de
beneficio. Es este aspecto, nuestra Central maniobraba de forma magistral.
En ocasiones no entendíamos cómo
la competencia seguía pagando más en algunos modelos durante el mes siguiente y
nosotros habíamos aplicado una bajada importante. La respuesta era inmediata al
siguiente mes en las tarifas de venta a nuestra Central, y en la reacción
tardía de la competencia. Habían perdido un mes de margen de beneficio. Todo lo
que compraron a un precio más elevado, lo vendían ahora con un margen mínimo.
En ocasiones hasta perdían dinero.
En el año 2003, hacia mayo o
junio, se produce una crisis de precios impresionante. Esto nos pillaba de
nuevos en todo, y el miedo nos sobrecogió de manera palpable. La reacción de
los franquiciadores no se hizo esperar y tuvieron el acierto de buscar mercado
exterior (fuera de España y de Europa), donde los precios eran más estables y
mejores. Hasta entonces la mayor parte de nuestra mercancía se quedaba en
España. Debido al volumen adquirido tras la incorporación de nuevos
franquiciados, se pudieron ofertar lotes en cantidad suficiente para entrar en
la exportación a gran escala. Y esto fue lo que nos salvo de una crisis tan
inesperada como dura. La recuperación no llegó hasta unos 6 meses después. El
final de año.
Al igual que en la escuela o en
la Universidad, la teoría es muy bonita, pero la práctica se conoce en el día a
día y en las empresas; a pie de calle. La formación como franquiciados
conllevaba una parte comercial, como no podía ser de otro modo, pero cuando nos
enfrentamos a la realidad, la teoría sirvió de poco.
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